lunes, 26 de julio de 2010
el escondite
Una señora regresaba a Caracas en avión
después de unas vacaciones y,
en el asiento de al lado,
viajaba un cura.
Antes del aterrizaje,
ella le dice:
- Padre,
¿Puedo pedirle un favor?
- Sí, hija mía,
¿Qué quieres?
- Mire, Padre,
compré en Miami
un depilador eléctrico súper sofisticado,
muy caro y tengo miedo
de que supere mi limite en la Aduana.
¿Podría usted esconderlo
debajo de su sotana?
- Sí puedo, hija mía,
solamente debo advertirte que no sé mentir.
La señora piensa:
"¡Ay, ojalá que nadie
le pregunte nada al cura!"
- Esta bien, Padre,
gracias por su ayuda . . .
Y le entrega el depilador.
Al llegar al destino, en el aeropuerto,
el Inspector de Aduana le pregunta al sacerdote:
- ¿Algo que declarar, Padre?
A lo que el cura responde:
- De la cabeza a la cintura,
nada que declarar, hijo mío.
Medio extrañado,
el inspector pregunta:
- ¿Y de la cintura para abajo,
que tiene?
- Allí abajo tengo un instrumento para mujeres
que nunca he usado.
El inspector muerto de risa, le dice:
- Adelante, ¡el próximo de la fila!
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