martes, 13 de julio de 2010

productividad celestial


Había una vez, en un pueblo, dos hombres que se llamaban Joaquín González.

Uno era sacerdote y el otro taxista.

Quiere el destino que los dos mueran el mismo día.

Llegan al cielo, donde les espera Dios:

- ¿Tu nombre? -le pregunta al primero.

- Joaquín Gonzaléz.

- ¿El sacerdote?

- No el taxista.

Dios consulta su planilla y dice:

- Bueno, te has ganado el Paraíso.
Te corresponde esta túnica con hilos de oro y esta vara de platino con incrustaciones de rubíes.
Puedes pasar . . .

- Gracias, gracias . . . -dice el taxista.-

Pasan dos o tres personas más, hasta que le toca el turno al otro Joaquín González.

- ¿Tu nombre?

- Joaquín González.

- ¿El sacerdote?

- Sí.

- Muy bien, hijo mío. Te has ganado el Paraíso.
Te corresponden esta bata de lino y esta vara de roble con incrustaciones de granito.

El sacerdote dice:

- Perdón. No es por desmerecer, pero . . . debe haber un error. ¡Yo soy Joaquín González, el sacerdote!

- Sí, hijo mio, te has ganado el Paraíso.
Te corresponden la bata de lino . . .

- ¡No, no puede ser!
 Yo conozco al otro Joaquín González, era un taxista, vivía en mi pueblo, ¡era un desastre como taxista!
Se subía a las aceras, chocaba todos los días, una vez se estrelló contra una casa, conducía muy mal, tiraba las farolas, se lo llevaba todo por delante . . .
Y yo me pasé setenta y cinco años de mi vida predicando todos los domingos en la parroquia.
¿Cómo puede ser que a él le den la túnica con hilos de oro y la vara de platino y a mí esto?
¡Debe haber un error!

- No, hijo mío, no es ningún error -dice Dios.-
Lo que ocurre es que aquí, en el cielo, nos hemos acostumbrado a hacer evaluaciones como las que hacéis vosotros en la vida terrenal.

- ¿Cómo? . . . No entiendo.

- Sí, . . . ahora trabajamos por objetivos y resultados . . .
Mira, te voy a explicar tu caso y lo entenderás enseguida:
Durante los últimos 25 años, cada vez que tú predicabas, la gente se dormía;
pero cada vez que el conducía, la gente rezaba.
Y . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¡LOS OBJETIVOS SON LOS OBJETIVOS!

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